2016-08-23

El sánscrito: herramienta viva y trascendente de la literatura



Hace más o menos unos 40 años adquirí en una librería de Valencia, España, un ejemplar de “Los Yoga Sutras de Patanjali” y que todavía conservo ya con ese marrón que suele darle el tiempo a las hojas de los libros, pero además un tanto manoseado; y este paso profuso de mis dedos por las páginas se debe a que no es un librito corriente que te lees en un fin de semana y te olvidas de él; no: es todo un libro de consultas, un libro de cabecera para la meditación de aquellos que una vez comenzamos a hacernos preguntas tales como “¿quién  soy yo?” o  “¿qué diablos estoy haciendo aquí?” y claro está, “hacia dónde me dirijo?”. Y algo muy bueno: no trata de aleccionarte o catequizarte con algún tipo de religión. Sí, ya sabemos, las preguntas de esas inquietudes son las mismas (eternas preguntas) que suelen brotar de la llamada “Angustia Existencial.
El caso es que el hecho de que la obra tenga 196 sutras o aforismos (comentados cada uno) en sólo 127 páginas es el único motivo por el cual  se le ha llamado “librito”. Pero ¡Oh sorpresa!: ocurre que el tal “librito” se divide en cuatro partes, y a cada parte, amigos míos, léase bien, se la llama “libro”. ¿Cómo es eso?, se preguntará quien se haya tragado “La guerra y la Paz”, o engullido “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust o merendado sólo una porción de “La comedia humana” de Balzac. Tal vez la respuesta  apenas comience a ser revelada para quien  se adentre en serio en el mismo librito… o busque refugio en los estudiosos del hinduismo que, por cierto, son muchos. En Latinoamérica podemos encontrar a dos extraordinarios expertos en la materia: el peruano Fernando Tola (Universidad de San Marcos) y la argentina Carmen Dragonetti, ambos profesores universitarios, escritores reconocidos internacionalmente y quienes manejan el sánscrito en profundidad. Estoy seguro que la siguiente referencia será de gran utilidad para los que se interesen en el tema:

Review of The Yoga Sutras of Patanjali on concentration of mind. By Fernando Tola & Carmen Dragonetti. Delhi, Motilal Banarsidass, 1987. Autor: Luís González Reiman.

Como a estas alturas ya habrá quien se esté preguntando a dónde conduce este ensayo, entonces lo diré: me he inspirado en una frase que nuestro compañero, mentor (de la peña literaria) y esclarecido de las letras Sael Ibáñez escribiera para nosotros ayer mediante e-mail:


“En sánscrito, la raíz etimológica de las palabras relámpago y divinidad es la misma”.
Sael suele enviarnos saetazos o saelazos como  éste, tipo Zen. Por otro lado se tiene bien claro que una de las cualidades de tales frases que el Maestro del Budismo Zen pone al descubierto está en un subyacente “ahí queda eso” sin mayor explicación y cuya esencia muchas veces el alumno cree no haber captado de momento. Pero una hora más tarde o nueve años después el alumno de pronto abre los ojos regocijado para exclamar: “¡ahora sé lo que quiso decir el maestro!”. Eso es Zen. Y bueno, este relato es la respuesta de un alumno para su maestro.
Pero hay todavía más para contar en la obra de Patanjali en relación al sánscrito; de hecho sus sutras los escribió en ese idioma. ¿Y saben que? El escrito original manuscrito en sánscrito parece que no sobrepasa al equivalente de hoja y media a tamaño carta… ¡y son cuatro libros, por Dios!
¿Qué velo descorre entonces el aserto “En sánscrito, la raíz etimológica de las palabras relámpago y divinidad es la misma”?  ¿No sugiere esto que en su construcción, en su sintaxis, prevalece una enorme economía de palabras porque al repetirse sólo las que se están utilizando aunque con una misma raíz etimológica, detrás de tales palabras coexiste una clave o método para ir obteniendo significados diferentes? Si mi hipótesis fuese cierta ¿no sería ese, acaso (economía de palabras) uno de los objetivos a alcanzar en la literatura moderna?
Reconozco mi elucubración y añadiré otra más: todo esto me ha hecho recordar a Borges, medio-esotérico él y adalid de ese relato que es breve pero que expresa todo un mundo.
Ahora bien, hasta aquí, con sólo haberse visto “la punta del iceberg” de esa lengua primigenia, no termino de entender el por qué rayos se la ha catalogado como lengua muerta si está más viva que nunca; hasta el punto de mostrarse como una herramienta vigorosa en el arte de escribir. En “Las mil y una noches”, la motivación esencial de la trama de cada noche es la de salvar la propia vida (Sherezade) evitando de paso que las demás cabezas femeninas del harem siguieran cayendo al piso rodando como melones. ¿Qué otra obra de la literatura existe con estas características o técnicas? Me estoy refiriendo al arte, al recurso de concatenar el relato con otro relato al crear la astuta pero peligrosa levadura de la expectativa, la atrevida jugada en la manipulación de hacer que el tiempo se detenga hasta la noche siguiente. Pues bien, “Los yoga sutras de Patanjali” los tiene. Examinemos el punto. A estos sutras se les llama también aforismos, pero es una equivalencia que se acepta por antonomasia. En realidad hay una diferencia contrapuesta entre los dos términos; el aserto del aforismo es único y aislado, o sea que no se empata, complementa ni liga con ningún otro. En cambio en el sutra (cuerda o hilo en sánscrito) su característica fundamental es la de concatenarse: el sutra que estás leyendo se encuentra estrechamente relacionado con el inmediato anterior, e igualmente está estrechamente relacionado con el que viene. De esta manera, los sutras, las puntadas van creando un tejido, una tela que en literatura llamamos cuento, relato, novela, etc.
En alguna parte leí que el hombre se motoriza básicamente por  “la espera”. Sabemos que las preguntas a través de las cuales se movilizan las motivaciones humanas son cinco: Qué, Cuando, Dónde, Cómo y Por qué. Sin embargo, precisamente de ellas con base en la espera también se derivan el egoísmo, la ambición, el poder, la violencia y el estrés. No estoy tomando partido ni inclinación aquí para privilegiar la filosofía oriental. Hay aforismos certeros en el mundo occidental; la primera vez que leí el de Ralph Waldo Emerson se me quedó grabado para el resto de mi vida: “Ser tú mismo en un mundo que está tratando constantemente de cambiarte es el mayor logro”, pero también sale al paso mostrando el hinduismo con su “Brahma” (1856) y que a mi me parece uno de los poemas más trascendentales en la historia de la humanidad: “Quienes me excluyen se equivocan; si huyen de mí, yo soy las alas…”

Regresando al comienzo de estos puntos de vista, cuando compré “Los Yoga Sutras de Patanjali”, lo hice para desintoxicarme de los enfoques occidentales; me había atiborrado de textos desde Freud pasando por el psicoanálisis de su discípulo Jung, hasta llegar a la jerarquía de las cinco necesidades de Maslow. También escudriñé los textos de otros psicólogos modernos, pero ninguno me dijo quien era yo ni cual era mi papel fundamental, ni mi propósito en esta vida.

 Como también ya manifesté, estos sutras representan para mí por sí solos, una extensa biblioteca de consultas, mi conexión con el Universo y, de alguna manera, percibo que la literatura y la poesía están especialmente incluidas en ellos.
Para finalizar, si fuere cierto que el hombre occidental de nuestro tiempo se motoriza básicamente por  “la espera”, las enseñanzas de Patanjali ponen de manifiesto que el hombre realmente evolucionado está motorizado por la autenticidad y la trascendencia. Más que nunca –repito– esas fuerzas parecieran estar presentes en el sánscrito como herramienta viva en el arte de escribir.
¿Será que las musas se aparecen como relámpagos de la divinidad?

  
Notas del autor:
Hoy día hay muchos estudiosos destacados de Los Yoga Sutras de Patanjali reconocidos mundialmente, tales como el rumano Mircea Eliade y la norteamericana Wendy Doniger.
No hay fecha cierta de cuando fue creada la obra. Se estima que ocurrió entre el siglo IV al V después de Cristo.
Este maestro no debe ser confundo con otro Patanjali, el gramático.
La versión a la que se refiere el presente autor es la comentada (cada uno de los 196 sutras) por Charles Johnston.

04/08/2016

Barcelona, España



Jesús A. Álvarez Velázquez
Miembro da la Peña Literaria Sinenómine
 Caracas – Venezuela



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